Los antidepresivos tricíclicos (ATC) actúan como inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina, dopamina y noradrenalina. Suelen prescribirse para el tratamiento de trastornos del
estado de ánimo y de trastornos de ansiedad. En el ámbito de los trastornos afectivos se aplica
para los episodios
depresivos mayores,
trastornos bipolares
y para problemas de depresión relacionados con demencias, enfermedad de Parkinson u otras
enfermedades de tipo orgánico. La acción de los
antidepresivos tricíclicos
suele comenzar a notarse a partir de los quince días de tratamiento. Algunos de los antidepresivos
tricíclicos más ultizados son la clomipramina (Anafranil), doxepina (Sinequan), Desipramina
(Norpramin), imipramina (Tofranil), entre otros.
Al igual que otros tipos de fármacos antidepresivos, el consumo de ATC puede
provocar la aparición de determinadas reacciones adversas, como náuseas, taquicardias, temblores,
agitación, visión borrosa, sedación, convulsiones y alucinaciones. A nivel del sistema
cardiovascular pueden provocar problemas asociados como hipotensión y/o arritmias,
Las benzodiacepinas y los antidepresivos tricíclicos son los psicofármacos
antidepresivos
que presentan las tasas más elevadas de intoxicación. Los perjudiciales efectos cardiovasculares y
en el sistema nervioso que conlleva su consumo así como la disponibilidad y el acceso, con cierta
facilidad, de la población a este tipo de psicofármacos, especialmente para individuos susceptibles
de ideación suicida, son las principales causas de intoxicación e ingreso en hospitales.
Los antidepresivos tricíclicos pueden clasificarse en dos grandes grupos,
atendiendo a su estructura química:
- Aminas secundarias: desimipramina, amoxapina, nortriptilina y
protiptilina.
- Aminas terciarias: amitriptilina, doxepina, imipramina, clorimipramina y
trimipramina.
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