Cuando una persona sufre un trastorno depresivo existen una serie de indicios que el mismo sujeto
identifica como anómalos o disruptivos. Estos indicios o síntomas pueden hacer que la persona que
los padece se pregunte cómo saber si tiene depresión para confirmar o descartar sus
sospechas. Pero no es lo mismo estar triste que sufrir depresión y es que, solemos tener la
tendencia a equiparar la tristeza con un cuadro depresivo psicopatológico. La principal diferencia
entre la tristeza y un trastorno depresivo en si radica en el grado de disfunción que provoque en
la actividad habitual del sujeto, es decir, si los síntomas que experimenta afectan a sus
actividades cotidianas, tanto laboral o académica como social, entonces habría que empezar a pensar
que estamos ante un
trastorno depresivo.
Así pues, tanto la afectación a nivel interpersonal, laboral y funcional como la duración de los
síntomas, serian los criterios básicos para diagnosticar un trastorno psicopatológico del estado de
ánimo.
Profundizando más en los síntomas que nos indican que padecemos un trastorno
depresivo es importante diferenciar las áreas que se ven afectadas, los síntomas imprescindibles
para efectuar su diagnóstico y la sintomatología asociada; de esta manera hay que partir de dos
síntomas esenciales para diagnosticar depresión:
- El estado de ánimo depresivo la mayor parte del día.
- La pérdida del interés o de la capacidad para el placer.
Junto a estos síntomas aparecen insomnio o hipersomnia, prácticamente diarios,
agitación o enlentecimiento de tipo psicomotor, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de culpa
o inutilidad inapropiados o excesivos que pueden ser de tipo delirante en algunos casos, dificultad
para concentrarse o indecisión y pensamientos recurrentes de muerte o ideas relacionadas con el
suicidio. En todos estos síntomas se aprecia como puede verse afectada la actividad habitual del
sujeto en distintos hábitos y, aunque más específicamente el psicólogo puede determinar qué tipo de
trastorno del estado de ánimo padece la persona, el propio individuo observa como repercute su
sintomatología anímica en su vida diaria, pudiendo identificar claramente que
sufre una depresión,
o cómo mínimo sospechar que la padecer.
Esa «desgana» generalizada y crónica que experimenta el sujeto, la incapacidad
de disfrute con, prácticamente, ningún tipo de actividad, la poca iniciativa o motivación para
salir de casa y relacionarse con los demás son claros indicios de que «algo no va bien». También
noches continuadas sin poder pegar ojo o, el extremo opuesto, el hecho de dormir muchas más horas
de lo normal, en ambos casos prácticamente a diario son síntomas de la depresión muy comunes. Comer
más de lo normal o, el polo opuesto en este caso también, la pérdida de apetito, se convierten en
otro indicador muy claro de depresión.
Más de tipo cognitivo son esos problemas para decidir o para concentrarse, así
cómo esos pensamientos de culpa que rondan a la persona continuamente, haciéndose más notorios
cuando el sujeto piensa o planifica un hipotético suicidio.
Cuando se experimentan síntomas como los expuestos en este artículo es
importante y necesario acudir a un profesional de salud mental para tratar de poner soluciones en
forma de tratamiento psicoterapeútico e impedir que se cronifique el problema e incapacite y afecte
cada vez más a la persona. |